(microrrelato)
Las segundas partes nunca fueron buenas. Eso lo había oído muchas veces. Y tenía
miedo, mucho.
Una vez más, el encuentro en aquél hotel. Entonces se acercaba al lugar con nervios e
ilusión, ahora Raúl solo quería mantener la calma y demostrar que la quería
mucho y que el desliz con Ángela solo fue una imprudencia.
Se besaron, se abrazaron, se desnudaron y en la bañera como
entonces, se entregaron. Disfrutaba del
momento, observaba, miraba, vivía cada instante. Sus ojos se entristecieron, ella también fue
imprudente. El tatuaje con el nombre de
Alberto, lo decía todo.
Diego Santos Márquez-2015
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