(Microrrelato 2015)
Anoche hicimos el amor en aquella habitación
de hotel. Grande, bonita, con una
decoración muy exquisita y elegante.
Apenas si hablamos. Hablaron nuestros cuerpos. Ellos se comunicaron más que nosotros. Ella estaba genial, su mirada era tan
especial. Nunca vi nada parecido. Una mirada que te atravesaba pero dándote
mucha calma.
Y la sonrisa, eso es algo que no se puede
describir, pero lo que sí sé es que es una imagen al alcance de muy pocos, de
algún privilegiado.
Su cuerpo, que había pasado de los cuarenta y
cinco, se conservaba muy bien, tanto que muchas jóvenes ya quisieran tenerlo.
Los gestos, esas formas no verbales, eran
todo un lenguaje abierto y descifrado.
Sí, se manifestaba mucho.
Comunicaba.
Resultaba encantador verla sonreír. Y reír, también. Estuvo muy alegre, aunque como decía antes
solo fuese gestual, pero era tan visible su estado emocional.
En aquel lugar, en aquel habitáculo, la
atmósfera era tan acogedora. No
recuerdo tanta intensidad en el ambiente, en el aire.
Y yo, allí, mirando, observando, gozando con
aquello que contemplaba y vivía. Me
sentía en aquella habitación, en se instante, el ser más feliz que hubiese por
lo menos, en aquel coqueto hotel.
Estaba en una nube. Una bonita nube que contemplaba al cruzarse
nuestras miradas, aunque eso sí, aunque fuesen sólo de paso. Miradas, que sin motivos aparentes, evitábamos
para que nuestros ojos no se encontrasen.
¡Que ellos no hablasen!
Una vez oí decir que cuando los ojos hablan,
se encuentran y se acercan, la sensación y profundidad que dan es similar al
acto de hacer el amor.
Hoy, ya hace más de doce horas de
aquello. Aunque sigo viviendo el
momento, aquellos minutos. Aquella
mágica hora.
No debería.
No deberíamos haberlo hecho. Pero
hay cosas que hay que hacer, aunque no debiera. Estoy convencido que no nos volveremos a
ver. Es mi impresión, y me da la sensación
que la suya es parecida.
Ella, Isa, no lo sabe. Yo sí.
Yo sí se que es mi hermanastra.
No se lo podía decir. Por eso
digo que no deberíamos. La busque a
conciencia. Si, en aquel chat, la encontré
sin decirle quién era.
Y no ocurrirá más, ella esta casada. Yo también.
Pero tengo que ser sincero aunque no debí hacerlo. Nunca vi la estrellas tan cerca. Nunca.